Y así como los dedos de los pies eran parte de hierro y parte de barro cocido, así parte del reino será fuerte y parte será frágil”. (Daniel 2: 42)
El Fondo Monetario Internacional (FMI) urge a los países a que suban los impuestos a los más ricos y a las empresas más rentables para paliar la recesión que viene dejando la pandemia. Por supuesto, no se les ocurre otra alternativa, como por ejemplo la de recomendar a los políticos que ajusten sus salarios y que reduzcan los gastos superfluos del Estado.
Lo realmente curioso para mí es ver esta amalgama que ya desde hace algún tiempo venimos presenciando: globalistas y socialistas. La élite globalista está compuesta por los hombres más ricos del planeta: el 1% del 1% que retiene la mayor riqueza. Los socialistas, por su parte, son aquellos que predican y atacan constantemente a ese grupo privilegiado, a los que ellos llaman el “1 %”.
¿Cómo es entonces que vemos juntarse al agua y al aceite? Los globalistas tienen brazos ejecutores, como: ONG, FMI, BID, OMS, UNESCO, etc. ¿Qué hace una de las agencias hambreadoras como el FMI recomendando una agenda socialista? ¿No parece extraño que Bill Gates, Mike Bloomberg, Mark Zuckerberg, George Soros, y otros del club de los billonarios apoyen a los socialistas?
Mike Bloomberg, con unos 65 billones de dólares, intentó ser candidato a presidente de los EE. UU por el Partido Demócrata. Ni con todo ese dinero pudo llegar siquiera a posicionarse como un candidato fuerte. La razón: los globalistas son altamente impopulares. Son esencialmente el principal enemigo público, según los socialistas.
Elizabeth Warren (socialista) fue la que se encargó de rostizar a Bloomberg en los debates demócratas. Sin embargo, tanto ella como Bernie Sanders (socialista) perdieron nuevamente en las internas. Como quien dice… muchos americanos simpatizan con las ideas socialistas, hasta que se dan cuenta que tendrán que pagarlo de sus bolsillos.
El candidato demócrata electo para ir contra Trump es Joe Biden. Sin embargo, Biden nada tiene que ver con los socialistas, y eso lo ha dejado bien en claro en el primer debate presidencial. Biden pertenece al grupo que es articulado por los globalistas y el Wall Street, al igual que lo fueron Obama y Hillary Clinton.
Wall Street ya ha ungido a Biden como su candidato, y lo hizo muy abiertamente a través del endoso de la Cámara de Comercio. Los lobistas chinos también dieron su bendición a Biden. Pero entonces, ¿qué hacen los socialistas y ecologistas apoyando a sus archienemigos? ¿Cómo se dan estas coyunturas y qué consecuencias pueden llegar a tener en el futuro?
El programa económico de Biden ya fue revelado e incluso la lista de sus posibles ministros de economía. Ni Sanders, ni Warren formarán parte del gobierno. Será el mismo equipo globalista y pro-China de Obama y Clinton. Obviamente, para los socialistas y ecologistas, su odio personal contra Trump parece ser más importante que los ideales que persiguen.
Cuando Bill Gates dice que los ricos deben pagar más impuestos, ¿debemos creerlo sincero? Este es el mismo Bill Gates que paga millones a los mejores de Harvard para poder pagar menos impuestos, y esconde sus empresas en paraísos fiscales. Lo mismo ocurre con George Soros, otro billonario que se encarga de apoyar a gobiernos socialistas, como el de Argentina, a cambio de que implementen su agenda cultural y social.
“Y así como los dedos de los pies eran parte de hierro y parte de barro cocido, así parte del reino será fuerte y parte será frágil”. (Daniel 2: 42)
El Fondo Monetario Internacional (FMI) urge a los países a que suban los impuestos a los más ricos y a las empresas más rentables para paliar la recesión que viene dejando la pandemia. Por supuesto, no se les ocurre otra alternativa, como por ejemplo la de recomendar a los políticos que ajusten sus salarios y que reduzcan los gastos superfluos del Estado.
Lo realmente curioso para mí es ver esta amalgama que ya desde hace algún tiempo venimos presenciando: globalistas y socialistas. La élite globalista está compuesta por los hombres más ricos del planeta: el 1% del 1% que retiene la mayor riqueza. Los socialistas, por su parte, son aquellos que predican y atacan constantemente a ese grupo privilegiado, a los que ellos llaman el “1 %”.
¿Cómo es entonces que vemos juntarse al agua y al aceite? Los globalistas tienen brazos ejecutores, como: ONG, FMI, BID, OMS, UNESCO, etc. ¿Qué hace una de las agencias hambreadoras como el FMI recomendando una agenda socialista? ¿No parece extraño que Bill Gates, Mike Bloomberg, Mark Zuckerberg, George Soros, y otros del club de los billonarios apoyen a los socialistas?
Mike Bloomberg, con unos 65 billones de dólares, intentó ser candidato a presidente de los EE. UU por el Partido Demócrata. Ni con todo ese dinero pudo llegar siquiera a posicionarse como un candidato fuerte. La razón: los globalistas son altamente impopulares. Son esencialmente el principal enemigo público, según los socialistas.
Elizabeth Warren (socialista) fue la que se encargó de rostizar a Bloomberg en los debates demócratas. Sin embargo, tanto ella como Bernie Sanders (socialista) perdieron nuevamente en las internas. Como quien dice… muchos americanos simpatizan con las ideas socialistas, hasta que se dan cuenta que tendrán que pagarlo de sus bolsillos.
El candidato demócrata electo para ir contra Trump es Joe Biden. Sin embargo, Biden nada tiene que ver con los socialistas, y eso lo ha dejado bien en claro en el primer debate presidencial. Biden pertenece al grupo que es articulado por los globalistas y el Wall Street, al igual que lo fueron Obama y Hillary Clinton.
Wall Street ya ha ungido a Biden como su candidato, y lo hizo muy abiertamente a través del endoso de la Cámara de Comercio. Los lobistas chinos también dieron su bendición a Biden. Pero entonces, ¿qué hacen los socialistas y ecologistas apoyando a sus archienemigos? ¿Cómo se dan estas coyunturas y qué consecuencias pueden llegar a tener en el futuro?
El programa económico de Biden ya fue revelado e incluso la lista de sus posibles ministros de economía. Ni Sanders, ni Warren formarán parte del gobierno. Será el mismo equipo globalista y pro-China de Obama y Clinton. Obviamente, para los socialistas y ecologistas, su odio personal contra Trump parece ser más importante que los ideales que persiguen.
Cuando Bill Gates dice que los ricos deben pagar más impuestos, ¿debemos creerlo sincero? Este es el mismo Bill Gates que paga millones a los mejores de Harvard para poder pagar menos impuestos, y esconde sus empresas en paraísos fiscales. Lo mismo ocurre con George Soros, otro billonario que se encarga de apoyar a gobiernos socialistas, como el de Argentina, a cambio de que implementen su agenda cultural y social.
¿Cómo debemos leer entonces la recomendación del FMI de que los más ricos deben pagar más? La propuesta tiene sentido, pero viniendo de quien viene, ¿cuál es la intención que hay detrás del apoyo de este grupo ultra rico que maneja al FMI? ¿Será acaso la misma agenda que tuvo la Organización Mundial de la Salud (OMS) con la pandemia?
El socialismo ha resultado ser extremadamente eficiente: eficiente en empobrecer y arruinar países enteros. Todos somos bastante generosos con el dinero ajeno, pero cuando ese dinero termina, es cuando comienzan los problemas y se enfrenta uno con la dura realidad. El hambre y la desesperación, al igual que el miedo, son quizás las herramientas más poderosas de control social.
Como decía Leandro Prieto Yegros: “la Democracia es mentira donde existe miseria y la explotación empresarial”. El negocio globalista parece perfecto: crear el miedo y a la misma vez vender la vacuna para su cura. Crear miseria y financiar un rescate que esclavice a naciones enteras.
Objetivos de los globalistas
Los métodos que emplean los globalistas revelan también su objetivo final: crear un nuevo orden mundial holístico y ecuménico. Desintegrar toda identidad individual y nacional. Ya no se puede pensar en términos de pueblos ni naciones, ni divisiones étnicas ni culturales: solo debe existir un solo sistema holístico de todos los sistemas: un mundo enteramente globalizado.
En el Nuevo Orden Mundial ya no existen naciones, ni fronteras; es una especie de Comunidad Europea, pero global. Ya no existen ideologías, solo metas electoralistas que lleguen al poder pero que no cambien nada. Existirán solo las grandes corporaciones, las cuales funcionan como tentáculos feudales del gran sistema ecuménico globalista. En síntesis, el mundo entero es un gran mercado para este negocio de los globalistas.
Arthur Jensen sintetiza todas estas ideas globalistas en un célebre discurso en la película The Network (1976): “nuestros hijos vivirán en un mundo perfecto, sin guerras y sin hambrunas; sin opresiones ni brutalidades; una vasta y ecuménica compañía de holding, para la cual todos los hombres trabajarán para obtener ganancias… Toda necesidad será proveída, toda ansiedad será tranquilizada, todo aburrimiento será entretenido”.
Esta película revela no solo el evangelio globalista, sino también a sus apóstoles y evangelistas. Serán los medios de comunicación (o como Trump los llama: Fake News) y sus redes sociales por donde se difundirá ese evangelio, y no es extraño hoy día ver cómo la prensa trabaja incansablemente para cumplir los objetivos de los globalistas.
Ni la misma Iglesia Católica parece escapar a esta nueva realidad. El Papa Francisco parece ser un promotor de estas ideas y agendas globalistas; a tal punto que ha marcado abiertamente ciertas posturas y no ha ocultado su inclinación ideológica. Pero esto no tendría que venirnos de sorpresa, de todos modos, ya profetizaba el Buen Libro que la apostasía saldría de la misma iglesia (1ª Timoteo 4: 1 – 3).
El imperio del hierro y el barro
El profeta Daniel interpretó un sueño profético del rey Nabucodonozor. En él se veía una imagen que representaba distintos imperios. La cabeza de oro representaba al reino de Nabucodonozor; el siguiente reino es uno inferior al del oro, y luego venía un reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra. “Y el cuarto imperio será fuerte como el hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todas las cosas… y por los dedos de los pies en parte será de barro cocido… Así como viste el hierro mezclado con el barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro” (Daniel 2: 38 – 43).
Del porqué los globalistas coquetean y financian a los socialistas, creo que eso ya está claro. La unión de estos dos grupos opuestos parece ser pragmática. El socialismo del siglo XXI es altamente populista, y los globalistas son altamente impopulares. Por otra parte, los socialistas terminan consumiéndose en sus propias prácticas y terminan dependiendo de los globalistas para ser salvados. Si los socialistas se presentan con una proyección soteriológica, los globalistas vienen a ser la última ideología salvítica.
Los socialistas y ecologistas terminan anegados por su empatía y cegados por sus sentimientos; en este caso el odio: terminan siendo manipulados y traicionando todo su credo. El triunfo final de este acto revolucionario del pueblo, como ya lo veía Lenin, no es el proletariado, sino nuevamente la clase más privilegiada. Como en El Mito de Sísifo de Albert Camus, donde el proletariado está condenado una y otra vez al mismo destino, llevando como castigo la roca hacia una sima, solo para que caiga de nuevo. Y la misma pregunta de Camus sigue en pie: ¿Qué es lo que lleva a Sísifo a volver una y otra vez a repetir lo mismo?